¿Volvieron las series de los 2000?
Hoy te contamos como luchar contra la velocidad de un tiempo vertiginoso y los pensamientos negativos.
Espacios de resistencia
PI
Mad Men es una serie que es prima hermana de Six Feet Under y Los Sopranos, dos de mis series preferidas. Si bien era bastante obvio que la iba a disfrutar, me molestó mucho que la gente me insista con que la tenía que ver, simplemente porque hay demasiadas cosas que hay que ver y las obras se encuentran con uno en su medido tiempo. Más allá de eso, vengo pensando mucho acerca de por qué estas series me atraviesan tanto, series que son largas, seis o siete temporadas, los capítulos duran 50 minutos, no pasa mucho pero pasa de todo. Son obras realistas en las que predomina la lentitud, no están transversalmente afectadas por la velocidad que atraviesa al mundo.
Son historias que pueden aburrir y está bien que aburran. ¿Acaso la vida no aburre? No quiero que me cuenten historias rápidas e intensas, que me hiperestimulan tanto que cuando las termino, no se que hacer con mi vida y necesito buscar ese efecto en otra cosa. Me gusta que la serie desarrolle sus personajes, me gusta conocer personas complejas, inmensas, misteriosas. Me hace bien pensar que una serie se toma el tiempo de presentar a las personas como uno lo hace en la vida cuando conoce a alguien.
En estas series, soy testigo del desarrollo de múltiples individualidades, que van atravesando diversas circunstancias. No me quieren engatusar, ni manipular, me presentan un mundo y yo decido si soy o no parte de él. Y claro que quiero ser parte. Me gusta que me den el poder de elección sin atormentarme con data para que no las pueda soltar.
Mucha gente me dice que no puede ver esas series porque no pasa nada, pero justamente son series que pertenecen a otra temporalidad, tienen otra forma de relacionarse con el estímulo. Mi relación con estas creaciones es social, no narrativa. No es lo que pasa, es cómo reaccionan estas personas con lo que les pasa. Mi nexo es humano, no cinematográfico. Quiero pasar tiempo con los personajes: cuando tengo días largos que me impiden ver la serie, los extraño como uno extraña a un amigo.
Estas series funcionan como espacios de resistencia porque luchan con la idea del tiempo impuesto. Nos obligan a detenernos, a frenar nuestra vida y mirar con lentitud la vida de otros, como si nos sentaramos en la calle Corrientes y miremos a la gente pasar o en una orilla a mirar el mar. En un mundo que cada vez va más rápido, porque las personas que lo integramos le tememos a morir y queremos controlar lo incontrolable, sentarse a ver una serie que narra lento, es una forma de resistir.
Señales equivocadas
Sol G.
El otro día estaba hablando con mi hermano y me dijo que si uno piensa en el error, en lo que le genera desconfianza, probablemente termine yendo por ese camino. En los deportes, y también en la vida, cuando pensamos en el obstáculo que tenemos que atravesar, sea un problema en el trabajo o esquivar a una persona en una cancha, el cerebro necesariamente asocia la acción con el objeto que tiene en mente, entonces damos una señal equivocada al cerebro porque relacionamos el accionar con aquello que tememos. Lo ideal sería pensar en el objetivo, no en lo que queremos obviar, es decir, pensar a dónde específicamente queremos enviar la pelota, hacia dónde dirigimos nuestra energía mental y física para que suceda lo que deseamos, en vez de pensar en lo que no nos gustaría que pase.
Cuando nos hablamos a nosotros mismos de una manera despectiva, que no encontramos la solución para una tarea laboral, que no nos sale x golpe, que no paramos de errar, nuestro cerebro, de a poco se lo cree, entonces probablemente, la mala racha continúe simplemente por una falla en la comunicación, por enviar los mensajes equivocados.
Lo más complicado de todo es que las emociones negativas son adictivas, tendemos a ir a esos lugares cómodos que no requieren esfuerzo mental, son un espacio seguro para nuestro cerebro. Un comentario, un gesto, una mirada, puede despertar un torbellino de ideas que son lastimeras, cuasi paranoides, en donde pensamos que lo que hacemos es el fin del mundo, y así entramos en un espiral de pensamientos negativos. Pero, si frenamos un segundo para agregarle lógica a la ecuación, verificaríamos que si bien son voces que tienen la capacidad de alterar la realidad y pueden generar una angustia insoportable, y hasta a veces asustarnos, son voces inventadas. Lo difícil es crear el hábito de hablarnos más amablemente, tenernos paciencia, entender que un mal golpe no significa un partido perdido, que si la forma que tenemos de comunicarnos con nosotros mismos es negativa, posiblemente los resultados que alcancemos sean insuficientes, nada de lo que hagamos llenará el vacío de percibir constantemente que no estamos a la altura, porque si nos generamos auto violencia por equivocarnos en actividades nimias, sea el trabajo, el deporte o nuestros vínculos, estaríamos saboteando la construcción de un yo que confíe en sí mismo, un yo que sea capaz de hacer lo que se proponga en la vida.
Cosas piolas
Una cita (porque siempre vienen bien)
“También existe, me doy cuenta, una dosis de vanidad en esta trampa de estar siempre ocupado. Y otra dosis de cobardía.” — Mariana Enriquez en El otro lado.
Un video (porque es agradable a los ojos)
Un cuento (porque es movilizador)
El japonés es un cuento escrito por Rodolfo Fogwill que se publicó en 1981. Obra maestra del relato, nos sumerge en el mundo de la navegación con dos amigos que se dedican a trasladar yates de un lugar a otro. Puede ser interpretado de mil maneras, pero lo interesante es la confianza de un autor que no necesita explicar ni tampoco obsequiar un final conclusivo para proyectar un mundo, poner luz a lo oscuro y dejarnos pensando algo muy simple: ¿qué paso? Leelo acá.
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