Un libro que no compré
PI
Hace unas semanas quería comprarme un libro en la librería. Digo en la librería porque la mayor parte de mis últimas compras fueron virtuales. Fui a una librería que es conocida pero que a mi particularmente no me gusta, prefiero ir a otras. No me gusta por el desorden que es clave para la sensación de abundancia pero es incómoda para el lector que sabe lo que busca, romántica en la idea de que el libro me encuentre pero desoladora cuando el libro no puede ser encontrado por mí.
No encontraba el libro por ningún lado y me acerqué a una de las personas que trabajaba ahí para preguntarle. Cuando le dije el nombre del libro me dijo: ¿Por qué estás buscando eso? No pude contestar tan rápido. Ya había algo que me parecía desconocido. Desconocido en relación a que yo no podía comprender qué era lo que me estaba preguntando porque la pregunta no tenía una relación directa con la experiencia. ¿Estaba opinando? Le dije que estaba investigando un tema. Me dijo: claro que no lo vas a encontrar, lo tenemos casi que invisibilizado. Le pedí por favor si me lo podía acercar. Sentí que el vínculo librero - consumidor se había roto. Me fui y no compré nada.
Me estaban juzgando en una biblioteca, un lugar que estimula el estudio y la lectura, la expansión del pensamiento. Pensar se basa en recorrer distintas zonas, épocas, filosofías, y al estudiarlas, uno se hace preguntas que no se quiere hacer porque quiere entender un poco más todo. Y en los hechos de la historia donde no estuve, tengo que leer aún más, porque no se nada. Escribo y me enojo.
Me enoja que haya gente que piense que hay libros que no deberían ser leídos o que hay libros que están mal leer. No, no me molesta tanto eso. Me molesta que se metan en la forma en la que yo leo. Si leo, aprendo más. Si leo cosas con las que no estoy de acuerdo, aprendo muchísimo más. Me gusta incomodarme cuando leo, estar en desacuerdo, comprender pensamientos de épocas ajenas, formas de nombrar, detectar mentiras, mejorar fundamentos. Me gusta discutir conmigo misma, ponerme a prueba, ver cuán claro tengo eso que digo que tengo claro. En este mundo de opinólogos constantes, hay límites o por lo menos yo los tengo. No se metan con mis lecturas.
Banda telonera
Sol G.
El concepto de banda telonera apareció cuando discutíamos en un taller de literatura sobre El Gran Gatsby, novela clásica americana publicada en 1925, que de hecho, no fue bien recibida por la crítica contemporánea porque la consideraron una historia de amor cliché. Alrededor de 1960, las universidades de Estados Unidos quisieron formar el canon de literatura nacional y ahí es cuando la comienzan a revisar y surge su valoración como una obra maestra.
Gatsby muere, y una de las razones por las que muere es porque no tolera ser la banda telonera de Daisy, espera que ella afirme que él fue el único amor de su vida, y que durante los cinco años que dejaron de verse su relación permaneció igual — él era el dueño de su alma a la distancia. Esa condición de amor inalcanzable, demasiado ideal, se frustra cuando ella acepta que también ama a Tom, su marido.
Todos somos la banda telonera de alguien, en el sentido de que, pensarse a uno mismo como el espectáculo principal nos coloca en un lugar de egocentrismo muy alto, alejado de la realidad, porque es probable que antes de esa historia de amor haya habido otras que dejaron sus resabios, sus marcas en la memoria de un pasado que se resignifica a partir de las experiencias del presente. El único aliado de Gatsby fue la impresión de ese pasado que lo convirtió en algo intocable, imposible de cambiar, porque era la única herramienta que tuvo para definirse en el hoy, pero lo que Gatsby no sabía es que la memoria es inventada, se construye individualmente según qué queremos recordar y de qué manera lo hacemos.
Aceptar la condición de personaje secundario en relación a otros, entender que detrás de cada historia hay otras que son ajenas a uno, alejarse de la magnanimidad de sentirnos únicos, puede que genere la posibilidad de acercarnos a nuestros vínculos de una manera más real para evitar la desilusión a largo plazo.
Cosas piolas
Una serie (porque algunas valen la pena)
Curb Your Enthusiasm [HBO]. Puede ser que ya la hayas visto ya pero sino, no te la pierdas porque supuestamente es la última temporada. En estos tiempos se necesita más que nunca alguien que te haga reír de las incoherencias. Escrita por Larry David, creador de Seinfeld.
Una cita (porque siempre vienen bien)
“Me pregunté, con cierta ira, cómo era vivir en un lugar donde la vida del otro ocupa tanto tiempo. Donde el guión de los demás se come tanta parte del propio guión.” — Leila Guerriero en Los suicidas del fin del mundo”
Un podcast (porque le pone onda a lo automático)
Entrevista a Mo Gawdat, ex Chief Business Officer de Google X pero también autor de Solve for Happy, un libro que escribió a partir de la muerte de su hijo con el objetivo de lograr 1 billón de personas felices en el mundo. Súper recomendado porque comparte técnicas simples para apreciar más nuestra cotidianeidad.
Última vacante en el taller de escritura, Las palabras como amigas. De marzo a junio todos los jueves de 18 a 20 h en Palermo (presencial). Si sentís que esto es una señal, no le escapes y escribí a gowlandsol@gmail.com para más info.
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Que genias son! Disfruto leerlas